jueves, 13 de febrero de 2014

ORIGEN DE LAS HOGUERAS DE SAN JUAN

POR ENRIQUE CERDAN TATO:

Varias son las leyendas que nos informan acerca del posible origen de las hogueras de San Juan.  Pero tan solo algunas de ellas soportan el rigor de las pruebas científicas.  Entre estas últimas, hay una que parece concluyente en sus aseveraciones, al resistir, con absoluta integridad, el más minucioso análisis histórico y cronológico sin experimentar detrimento alguno en sus elementos formales ni en sus valores intrínsecos, salvo pequeños errores generados, sin duda alguna, a través de su larga transmisión por vía oral.

Es necesario advertir también que la denominación de leyenda le corresponde en su más estricto significado etimológico y técnico, ya que así considerada, y teniendo en cuenta que las leyendas de este género no implican intervención alguna por fundamentarse en hechos verídicos, nos encontramos ante un relato cuyas nítidas coordenadas determinan su autenticidad al ubicarla espacial y temporalmente.

Se cuenta en esta leyenda, la existencia de tres vírgenes, poco antes de Jesucristo, amigas e inseparables compañeras.  Las tres contrajeron matrimonio casi al mismo tiempo, y estando próximas a dar luz acordaron que la primera en hacerlo, trasladaría la buena nueva a sus amigas encendiendo un gran fuego en sitio perceptible ya que habitaban lugares algo distanciados.

La primera de ellas en ser madres se llamo Isabel.  Su hijo Juan de mayor, Juan el Bautista.  Las otras dos vírgenes fueron Santa María madres de Jesús y María de Cleofás, madres de San Judas y de Santiago el menor.  Desde entonces, tal vez, cada noche el veinticuatro de junio, se encienden magníficas hogueras para perpetuar así tal acontecimiento.

Como fácilmente puede comprobarse no aparecen en ella ingredientes hiperbólicos, desmesurados, que dilatan y mixtifican los fundamentos en una lenta migración secular, para ofrecernos un producto incognoscible, repleto de anacronismos y carente de consistencia básica, fenómero muy extendido y al que se la denomina, en términos técnicos megalasia.  Por el contrario, en esta leyenda solo hallamos sencillez y candor, casi ingenuidad.  Y sobre todo un paralelismo acusado con la realidad histórica.  Tiene verosimilitud.  No se cantan en ella fabulosas empresas, no hazañas de caballeros andantes, ni tampoco la interpretación maravillosa de un movimiento orogénico.  Simplemente desarrolla la génesis de unos fuegos simbólicos, de unos festejos kpopulares, de una tradición hondamente arraigada en el sentir de nuestro pueblo.